Hace 16 años, cuando empecé a estudiar más acerca de la reparación de computadoras, este sector se perfilaba, en todos sus ámbitos, como una de las más grandes promesas profesionales. El hecho de estudiar computación en cualquiera de sus ramas prometía otorgar un empleo y un ingreso seguros, sin embargo con los años esta afirmación se ha convertido en algo muy relativo. Sin lugar a dudas el mercado y los campos donde las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) se están aplicando han aumentado exponencialmente durante los últimos cuarenta años y esa curva de crecimiento está lejos de detenerse. Incluso algunos estudiosos le dan el nombre de tercera revolución industrial. Sin embargo es necesario preguntarse cuáles han sido las consecuencias de esta industria.
Varias de las consecuencias sociales y ambientales ya son evidentes y han sido profusamente denunciadas. El proceso productivo que inicia en las minas de países pobres para extraer materiales semiconductores o hidrocarburos termina en los tiraderos tecnológicos de China y África y a lo largo de todo el proceso deja, en su mayoría, una estela de problemas causados por la explotación, la corrupción, la delincuencia, los monopolios, el consumismo, entre otros factores.
Esto no quiere decir que la tecnología pueda y mucho menos deba verse como un enemigo de la vida y bienestar humano. Desarrollada como parte del conocimiento tecno-científico, impulsada por el mecanismo productivo y de mercado capitalista y aprovechada por un sin fin de actividades humanas, las TIC han potenciado las capacidades humanas hasta límites insospechados. Y aún cuando muchas de esas capacidades son éticamente discutibles y moralmente reprobables también han permitido generar mecanismos de resistencia y proponer respuestas éticas y políticas importantes aun en el mismo campo de estas tecnologías. En este texto me quiero centrar, sin embargo, en un punto rara vez contemplado por la gran crítica a los problemas de las industrias digitales que es el problema laboral generado en las partes intermedias del proceso y, particularmente, en las carreras técnicas relacionadas con la computación en el centro de México.
Desde hace veinte años existe en México un discurso acerca de los beneficios laborales de las TIC. Durante buena parte de los ochentas y los noventas este discurso consistió en promover las carreras relacionada con las ingenerías en computación y programación que permitieran ir implementando las nuevas tecnologías dentro de las grandes empresas y el gobierno como clientes inmediatos. Ya en los noventas y a principios del nuevo milenio el discurso se trasladó a las licenciaturas y carreras técnicas que permitirían crear una fuerza de trabajo necesaria a medida que se expandiera el uso de las TIC a los pequeños consumidores. Finalmente a lo largo de la última década hemos visto como se ha puesto de moda el promocionar la enseñanza de computación a niños y adultos con tal fuerza que incluso se ha vuelto un capital político aprovechado por los distintos niveles de gobierno y las organizaciones partidistas.
Podemos observar que la introducción de la educación digital no fue transversal en nuestro país sino que obedeció a una planeación que privilegió al gobierno y las empresas y que ha dejado de lado desde entonces a la población en general. Propiamente se creó primero un mercado de las TIC antes de empezar a educar a la población en su uso y beneficios. Esto parecería natural desde una perspectiva comercial pero desde una social y productiva no lo es. La falta de una educación adecuada y de programas públicos adecuados generó un mercado descontrolado y consumista que suele ir en contra de nuestros bolsillos, que genera un ejercicio indebido del erario y que al final sólo beneficia a las grandes marcas comercializadoras. De todo esto me gustaría ocuparme en otro artículo.
A mediados de los noventa y ante los tratados de libre comercio se empezaron a comercializar de forma masiva las computadoras de escritorio en México y se amplió de manera masiva el mercado. Poco después se promovió la creación de carreras técnicas que fueran en consonancia con esa ampliación del mercado y que fueron promovidas como la nueva panacea laboral. Cuando inició el año 2000 las computadoras eran un mercado en auge a tal nivel que se empezaron a crear nuevos referentes en torno a la distribución de productos o componentes. Hasta ese entonces el referente local único en el DF era la conocida Plaza de la Computación que en ese entonces tenía ya 13 años en funcionamiento.
Por otro lado el impulso de la educación técnica en TIC es el resultado de las modificaciones en el esquema educativo mexicano, particularmente en el conjunto de reformas que se inició en 1992 y que han seguido ocurriendo hasta nuestros días (una importante modificación se dió en 2008). Este proceso, en lo que respecta al sector al que me refiero, se dio a través de dos mecanismos: el primero fue obligar a las escuelas públicas a que incorporaran planes de estudio sobre estas materias acordes con las necesidades del mercado emergente, sin embargo, el problema fue que no se hicieron planeaciones integrales y la población de bajos recursos fue dejada de lado. El segundo mecanismo consistió en la infinitud de institutos, escuelas y universidades privadas de diversa calidad que se abrieron como parte de las reformas y en los cuales se instauraron y promocionaron las carreras relacionadas con TIC como formas rápidas y eficientes de obtener empleo.
Hoy está muy en boga ese discurso de las pequeñas y medianas industrias o negocios (pymes) tan promocionado con el marketing de Pepe y Toño o el cínico discurso de la microempresa y el autoempleo. En esta óptica se busca enfrentar el desempleo a través de convencer a las personas que el pequeño negocio es una alternativa plausible para solventar sus necesidades económicas. Este modelo donde hasta quien vende tamales es empresario es un mito y está ampliamente demostrado. Las carreras sobre tecnologías digitales no sólo forman parte de este esquema sino que, en buena medida, fueron pioneras en ello ya que fueron constituidas en momentos donde el neoliberalismo se estaba institucionalizando como política empresarial y de Estado, por lo que sus programas fueron construidos sobre la lógica de que tenían que crear una fuerza de trabajo flexible y móvil que pudiera solventar las necesidades del mercado emergente.
Los programas de estudio en este campo impartidos por la educación pública o privada suelen carecer de la preparación necesaria en materias sociales, cívicas y humanísticas que enriquezcan su desempeño profesional. En cambio, suelen verse acompañadas de una empañada de materias administrativas que carecen de calidad y que no muestran la realidad legal, fiscal, hacendaria, económica y de mercado que enfrentarán cuando intenten enfrentarse al mundo laboral. En cambio incorporan todo un discurso sistemático aunque no evidente de sandeces motivacionales en tono a la relación entre el individualismo y el empleo bajo la conocida fórmula de que el cambio del propio modo de vida está en uno mismo.
En lo que respecta a sus contenidos técnicos la calidad suele ser muy dispareja aún cuando los programas sean similares. Tanto las escuelas públicas como privadas suelen sufrir de una profunda desigualdad en torno al acceso a los materiales necesarios, la disponibilidad de profesores capacitados y la cantidad de horas teoría/práctica que se imparten en los planteles. Esas desigualdades se dan por factores como la ubicación de la escuela, la población hacia la que va enfocada, los costos de ingreso, los planes de estudio, etc.
¿Cuál es la realidad hoy de la mayoría de egresados de carreras técnicas relacionadas con TIC? Hay empleo, es verdad, ya que como dije anteriormente la curva de incremento de mercado dista de frenarse. Pero este empleo está basado comúnmente en el empleo informal, la subcontratación, la flexibilización laboral, los bajos empleos, el comercio informal, la piratería, la estafa y otras encantadoras joyas por el estilo. Particularmente en torno al armado, la reparación y el mantenimiento fueron apareciendo en barrios y colonias múltiples negocios o anuncios que ofrecían estos servicios ofrecidos por pequeños talleres que subsisten con mucho esfuerzo y que, más comúnmente, se inclinan por la diversificación de sus servicios al abrir un lugar de renta de computadoras u ofrecer la reparación de celulares y otros aparatos. En el empleo formal esta formación no es común ni bien remunerada ya que se oferta como personal de apoyo a profesionistas encargados de estas áreas o terminan sencillamente empleados por negocios precarios en el sector de ventas.
Este esquema de producción, educación y empleo fomentado por las empresas y los gobiernos, aun cuando pueda ser un paliativo para las personas, es un verdadero crimen y tiene nefastas consecuencias. En este empleo no es raro encontrar clientes que se quejan de sus experiencias con otros técnicos. A algunos les roban las piezas, les realizan sobrecobros, estafas, quedan insatisfechos por el servicio, etc. Los talleres técnicos suelen cobrar por la revisión del equipo (algo que a mi modo de ver es poco ético) para solventar la falta de entradas e imponer tarifas muy desiguales por sus servicios.
Esta situación se ve agravada por las características funestas del mercado tecnológico oficial. Particularmente escandalosas son las graves deficiencias que tienen las empresas de marcas reconocidas para dar cobertura técnica la cual se basa mayoritariamente en la sustitución física del equipo dentro del periodo de garantía. Las grandes compañías como HP, Toshiba, Samsung, entre otras suelen solicitar al consumidor que pague los costos de envío al extranjero de los equipos para poder darles mantenimiento, en su defecto tienen acuerdos de mantenimiento con talleres de mediano tamaño que cobran sus servicios a precios exhorbitantes. Al final de cuentas los consumidores pagan el precio: se encuentran a la deriva después del plazo de seis meses o un año de garantía sin poder hacer nada más que recurrir a pequeños talleres que no siempre tienen la posibilidad técnica de brindar soluciones integrales. Los compañeros técnicos independientes sufren de la falta de ingresos, de material y herramienta, la dificultad de poder actualizarse y realizar prácticas así como de las diversas vicisitudes referentes al mercado de insumos y la capacidad económica del cliente.
Claro que las TIC no se reducen al pequeño consumidor de productos de cómputo pero sin duda son una parte muy redituable del proceso. Cuando uno abre un catálogo de productos electrónicos, acude a alguna tienda minorista o realiza una cotización en línea suele encontrar productos de baja gama ya que por cada computadora de alta gama se venden decenas de equipos económicos que buscan alcanzar al grueso de la población mexicana. A esta demanda tecnológica del consumidor habitual mexicano hay que sumar la de celulares, tablets, consolas de videojuegos, equipos de comunicación, equipos electrónicos para contenidos multimedia, dispositivos para la reproductibilidad de contenidos y por supuesto los servicios de telecomunicaciones (televisión, radio, internet y telefonía). Todos ellos tienen, aparte de su dimensión laboral, económica y funcional, consecuencias ambientales (contaminación y manejo de deshechos), legales (los problemas inherentes a la piratería y la fayuca), entre otros.
Sabemos que no es algo exclusivo de aquellos que nos hemos dedicado a este campo técnico. En general la rama de servicios es el amortiguador económico del capitalismo actual y sufre de dificultades similares sobre todo en aquellos casos que involucran oficios relacionados con la compostura de bienes. Ya sean zapateros, sastres, plomeros, carpinteros, reparadores de aparatos o mecánicos todos ellos luchan por mantenerse en pie contra un sistema de producción y consumo que se esfuerza acrecentar la venta de productos terminados y hacer que las personas se tornen clientes dependientes y consumistas. Ahí, para muchos rubros, se ha instalado la lógica del compre, use y tire con todas sus desagradables consecuencias.
¿Podemos revertir esta situación? Es una buena pregunta que sólo tendrá respuesta cuando los intentos al respecto hayan rendido frutos. Pero podemos ir haciendo algunas anotaciones al respecto que no constituyen ninguna innovación ya que este no es un tema nuevo y se ha ido reflexionando a lo largo de los años.
En primer lugar hay que entender firmemente que las TIC han tenido su auge dentro del neoliberalismo y que por ende sus mecanismos de producción y comercialización son opresivos y explotadores. Tanto consumidores como trabajadores de este ramo debemos conocer y entender el proceso productivo de las computadoras para asumir sus consecuencias sociales, políticas y económicas. La educación en la materia va más allá de conocer los aspectos técnicos o utilitarios, debe estar acompañado de una conciencia en torno a la situación que vivimos y cómo somos partícipes de ella. Ahí es donde tienen mucho que aportarnos las ciencias sociales.
En segundo lugar hay que encontrar la manera de generar una mejor educación en torno a los aspectos generales de las TIC, su uso y su provecho. Por aspectos generales me refiero a muchos temas implícitos en el uso de estas tecnologías que no necesariamente caen dentro de los aspectos técnicos de la materia. Por ejemplo, en materia de salud física no se han incorporado como parte de los planes de estudio los temas acerca de las consecuencias a la salud por el uso prolongado de la computadora y medidas de seguridad. En materia de salud síquica y social también debemos hay mucho que discutir y enseñar en torno a las consecuencias anímicas y sociales que tiene el uso de las redes y los dispositivos. Y sobretodo hay que enseñar a la población a aprovechar las herramientas para que sean recursos efectivos en nuestro papel de ciudadanos con derechos, obligaciones y necesidades sociales específicas.
Otro rubro que he encontrado particularmente importante desarrollar en mis clientes se desprende de los anteriores y es el hecho de crear consumidores responsables de hardware y de software. Por esto no entiendo tan sólo entiendo a un comprador consciente del origen de lo que compra y de las consecuencias en su salud, en su entorno social y en el medio ambiente. También es necesario ir creando un consumidor crítico que tiene claro qué clase de producto quiere y para qué lo quiere. Alguien que no se pone pasivamente en manos del vendedor o del técnico sino que se mantiene, aunque sea someramente, informado acerca del mercado y sabe reconocer qué clase de productos se relacionan más directamente a sus necesidades. Esto reditúa no sólo en su bolsillo sino también en su entorno pues puede aprovechar mejor y durante más tiempo su equipo. Así mismo es necesario generar en el cliente una cultura del sofware en contra de los corporativos informáticos sin falsas condenas ni falsas promesas en torno a la piratería, expandir la cultura del software libre y del diseñado con una perspectiva social más amplia. Y esto no reditúa solamente en torno a los consumidores individuales pues ¿cuántos miles de millones de pesos del erario público se han tirado por la compra irresponsable de equipo y programas para dependencias públicas por falta de planeación o del personal necesario para mantener tales equipos funcionales? ¿Cuántos millones más por corruptelas y licitaciones amañadas?
Finalmente se necesita una educación técnica mejor planeada, más sistematizada, con mejores maestros, contenidos y herramientas. En primer lugar la tan pregonada educación en computación básica que promueven el gobierno y las escuelas privadas no es sino un fraude gigantesco en todo nuestro país. Es raro encontrar la escuela pública que tenga maestros de computación dedicados o suficientemente preparados y a pesar de que en los últimos años es cada vez más alto el número de escuelas con laboratorios de computación también es cierto que se carece del personal técnico y los recursos necesarios para mantener el equipo funcional y actualizado. Igualmente es raro que los programas de escuelas privadas, ansiosas a su vez por ver a los educandos como consumidores, den programas educativos completos para comprender qué es, cómo funciona y cómo operar un equipo a partir de las necesidades particulares y de las necesidades sociales.
En segundo lugar está el desarrollo de las carreras técnicas u oficios técnicos, desde el secretariado que ya incorpora conceptos de informática en algunas escuelas secundarias o bachilleratos tecnológicos, hasta los propios técnicos en materias informáticas o relacionadas con las TIC. Hasta el momento en general los programas educativos giran en torno a moldes de carreras generales con una visión pobre del proceso. Como ya apuntaba líneas arriba las escuelas públicas sufren de enormes carencias técnicas y los programas carecen de aspectos formativos (véanse los programas técnicos de la DGETI o de los CONALEP). En cambio las escuelas privadas, particularmente las que prometen titulaciones técnicas, son profundamente dispares en la calidad de sus contenidos, la disponibilidad de material y la capacidad para tener maestros adecuadamente preparados. A diferencia de otras carreras técnicas que se han visto golpeadas por el embate neoliberal las carreras en TIC nacieron dentro de esta lógica que es necesario subvertir para crear técnicos y profesionistas bien formados y educados con visión social de servicio, capacidad técnica y con los medios a su disposición para seguir mejorando sus conocimientos.
Por nuestra parte, como personal especializado esencial para que todo este proceso funcione, nos hace falta crear algo mejor que esta pobre educación administrativa y de negocios. Nos hace falta destruir esta visión del micronegocio, de la pequeña y mediana empresa la cual, aunque pueda sernos someramente útil para sobrevivir, en realidad solamente sirve a los grandes empresarios para perpetuar el despojo que hacen a la sociedad. Hay que transformar nuestras formas de organizarnos para no ser uno de los eslabones finales de esta cadena de consumo, para mejorar nuestra competencia contra el gran capital pero no con el objetivo de sustituirles en el despojo sino con el objetivo de tener empleos estables, dignos y bien remunerados para vivir, en los cuales podamos dar un servicio de calidad a un costo justo y accesible. Es necesario crear talleres donde se puedan dar cada vez mejores servicios de mantenimiento, donde se puedan recolectar, reciclar y reusar materiales y componentes. También urge crear programas y centros de actualización técnica donde se puedan dar las prácticas necesarias, es evidente que no hay mejor escuela que el trabajo mismo con el cliente pero aún así deberían existir más oportunidades para poder mejorar el conocimiento técnico.
Hay buenas propuestas y oportunidades en varios lados pero aún carecen de articulación y alcance entre la población. Las mismas necesidades de las grandes empresas han obligado a ir abriendo espacios a todos los ramos de las TIC pero la cadena de la pobreza no se ha frenado ya que, incluso dentro de las premisas del capitalismo, el mercado corporativo impide avanzar en esta materia. Las computadoras siguen avanzando y así como el consumismo sigue incrementándose, la expoliación de recursos naturales también, la explotación de todos los trabajadores del ramo permanece y la sociedad mexicana como consumidora o usuaria no ha desarrollado una cultura digital suficiente que le ayude a que estas tecnologías le ayuden a mejorar su vida de forma integral. Esta es, evidentemente, una reflexión general acerca de los problemas pero en la cual trato de encontrar, al menos, hacia dónde deben apuntar las soluciones.
Atte Ilia Adad.