How can it feel, this wrong.
Storm,
In the morning light,
I feel,
No more can I say,
Frozen to myself.
Pero reboot es una palabra de los noventas. Hasta fue una pésima serie canadiense computarizada para geeks extremos, más pelotudos y peludos que yo, que en esos momentos era tan sólo un pequeño cheloveco. Un cheloveco en proceso de instalación. Por eso me considero de los noventas. Por mi inherente capacidad de rebutearme. Los noventas fueron una buena época, nos dieron el new metal y un buen cacho de grunge. Claro que yo no tenía pelos en el occipucio cuando Cobain se metió (o le metieron) una bala en la cabeza, pero al fin de cuentas soy de los noventas. Reboot, estoy mintiéndo. Actualmente vales cuando eres sujeto de consumo, lo de hoy son los teenagers, los geeks, los metrosexuales y los putos (no ofense). Claro y las mujeres (si, en efecto, ellas merecen esa palabra especial) que han sido concebidas para consumir. En los hombres no es tan universal, vales porque consumes pero te consumes mientras vales y llegará un día en que no le importes a nadie. Eso ya se ha visto con otras generaciones.
Por eso yo no soy de los noventas, en realidad soy del nuevo milenio, del gran y portentoso siglo XXI (OMFG), la era de la información, el gran "estamos en el siglo XXI, ¡no es posible que siga pasando eso!". Ahí empecé a vivir, cuando los Smashing Pumpkins se desintegraban, y el New metal llegaba a su cumbre. Los yuppies agonizaban después de la crisis de las .com (y las veinte crisis económicas de los noventas) y el mundo se preparaba a transformarse. Ahí empezó mi vida, ahí nací. Luego todo se fue a la mierda. Pasó lo del WTC y nosotros que creíamos ingenuamente que entrabamos a un mundo en decadencia con nuestros primeros pelos en los sobacos realmente contemplamos como terminó lléndose por el excusado la decandencia e instaurándose una nueva era de la caca mundial. De ahí hasta acá pasó una década. Y yo ingenuamente seguí añorando los noventas. ¿A qué generación perteneces? ¿A aquella en que te meten toda la mierda con la que vas a vivir el resto de tus días? ¿O a la siguiente donde cometes todas tus primeras pendejadas relevantes?
Ahora veo un montón de imbéciles como yo añorando los noventas. Pobres ingenuos. Repitiendo el sendero del destino. Como los de los noventas añoraron los ochentas, y los ochentas los setentas y así desde que en el origen de los tiempos surgieron Elvis y luego los Beatles y los vejetes que gobernaban en sistema vieron que era más conveniente a sus bolsillos fomentar la vanidad adolescente. …feel stupid and contagious, here we are now, entertain us… Claro que no todos los añoran. Es una cualidad fundamental de aquellos que tenemos la (dudosa) cualidad de desarrollarnos en un periodo entre generaciones. Vienen los que nos siguen y tratan de afirmarse y luego llegan otros con la misma pendeja nostalgia cuando eso que viven se empieza a podrir. Como sea yo crecí en la generación ventana pero en un país que se resistía a ver a través de la onerosa pupila del nuevo dueño del mundo. Luego todo cambió, llegó el celular, el internet, el indie, los emos, la darkización de la masa lumpenteenagerense y fue la onda ver caricaturas japonesas y meterse al messenger. Entonces llegó la primera era del geek popular. Internet kill the video stars. Y yo la viví.
En ese interludio andaba yo cuando quise leer Pikie en los suburbios. Creanme, ese libro me quitó la inocencia. No voy a ahondar en sus múltiples cualidades solo diré que si llego a ser profesor de regularización de niños de secundaria antes de los treinta lo voy a establecer como libro de texto obligatorio para todos mis alumnos. Cuando eres un cheloveco en crecimiento de esta generación darkosa, posposmoderna, geek, mamadera de la información, etcétera es fácil que te gusten los libros que hablan de la mierda de la vida, las películas que cuentan lo ogt que está el mundo y que detestes la radio. Claro que estoy siendo algo elitista pues no puedo negar que pertenezco a una determinada minoría en este país. La mayoría de la gente de mi generación no creció agarrando la computadora (vamos, ni siquiera yo que al menos tuve la oportunidad de hacerlo) y menos viendo indiscriminadamente películas de tarantino (que supongo le zurraban la punta de la verga al tigre azcárraga), ni veíamos cnn (la onda eco y al chacoso zabludosky). Pero bueno, fue mi vida y ni pedo. Me tocó en suerte leer Pixie en los suburbios.
Años después encontré que existía una segunda parte: Mi vida sin pixie. Excéptico la tomé y, bueh, ¿qué puedo decir? Me gustó pero al mismo tiempo no me gustó y la olvidé. Preferí no pensar más en ella. Es la era de lo contingente, you know. Un nuevo sabor de refresco: es delicioso pero (aunque te lo restriegue en la jeta la caja idiota mil veces al día) no puedes dejar de olvidarlo al rato. Me gusta por su sabor Pixie dixit. Sinceramente creo que en no estaba preparado para ese libro. Aun tenía muchas de esas chaquetas ilusiones que tenemos a determinadas edades sin caducar que me impedían leer esa segunda parte. Hoy terminé de nuevo esa segunda parte y hoy están pasando muchas cosas en mi vida. ¿Han sentido que las cosas pasan sin que los tomen a ustedes en cuenta? ¿Que son un cero a la izquierda del devenir de la vida? Eso es un lugar común, un lugar común en nuestro tiempo, decir un lugar común es un lugar común en la vida moderna y posmodera y posposmoderna.
Como sea. Se fue a la mierda la época y se fue a la mierda la década. Técnicamente la década termina el próximo año pero por costumbre me uno a la bola de imbéciles que dice que termina cuando no pueden concebir que un pinche numerito cambie. Termina la década y se me estancan las metas y las ilusiones que empezaron con esta década. La referencia a Pixie no es absurda o azarosa. Pixie representa un personaje de mi vida irreal. Dudo que al fresa paiki de su autor (al cual admiro enormemente por haber escrito esos dos libelos y otras cosas) le importe un rábano mi pendeja opinión; pero si llego a ser Secretario de Educación Pública antes de los treinta mandaré a que se le haga una estatua en Reforma e Insurgentes, aunque quitemos el metrobús. Como sea, en sus libros añora una época que se fue. Una época donde vivían muchas cosas CON DINERO. Bueno pasaron los años y la democratización tecnológica me permitió a mí, un güey bastante jodido, vivir muchas de ellas, otras no. Y ese libro representa, en mi lumpenproletaria versión de Pixie, mi Cukiesca visión de la vida.
En fin. En el 2012 voltearé y veré con cariño mis obsesiones. Soy tan necio que no creo que se me pasen. Pero con la nostalgia y la derrota que da verlos a la distancia. Voltearé y ante una banda de mocosos que añoran las épocas (new) emos y duranguenses, indies y reguetoneras quizá me lamente de no haber disfrutado más de Daddy Yankee, K-Paz y otras pendejadas actuales. Como sea me quedaron un excelente MUSE, Valentin Elizalde (que Dios lo tenga en su santa gloria), el eterno Recodo, She Wants Revenge, etcaetera. Me quedan momentos muy gratos, de esos que te sientes feliz de haberlos vivido y que es sano que hayan terminado. Y quedarán las viejas obsesiones del inicio de los tiempos. Por eso éste es mi Reboot, el que (como en todos) quisiera el Gran Reboot, pero seguramente terminará siendo un WTFReboot, un Reboot fail! pse. El primero del año y el primero de la década.
"En aquellos tiempos (y vaya que eran buenos), las opciones se limitaban a dos y sólo dos: ser un "baber" o ser un "paiki". La decisión dependía, en gran medida, de lo que el mundo esperara de uno, y también de lo que uno esperara del mundo. Pasa lo mismo con el amor. Uno se imagina una cosa pero normalmente termina encontrándose con otra. En aquellos tiempos (y vaya que eran buenos), Ronald ponía bombas atómicas en el espacio y Gorby estaba a punto de pasarle la factura a todos esos buenos parroquianos rusos. Pero el amor seguía siendo el mismo, la misma mentira que alguien inventó para que la gente no se arrojara por la ventana. La misma mierda de siempre. Dicen que lo malo del amor es que se trata de un crimen del que no se puede precindir de un cómplice. Y así es."
"Se pregunta si sigue en Naucalpan o si ya se fue. Y si la volverá a ver.
Sabe que sí. Sólo que no sabe cuando."
Atte. MurometzBlood
Por eso se queda uno solo, por preguntar babosadas. ¿Y si dejo de preguntar idioteces?… mmmm… mmmm… tons, ¿a qué me dedico?
Para obtener una buena amistad, un buen cariño, un amor duradero agarre usted el pote de su corazón y añada en él medio kilo de experiencias juntos, cincuenta gramos de levadura de dependencia, ciento veinte gramos de empatía, un cuarto de kilo de voluntad, tres ramas frescas de paciencia y media taza de algún cariño que le haya sobrado en otra parte. Bata bien, recuerde que la levadura inflará el resto del pote a lo largo de la preparación. Dependiendo de con quien vaya a degustar su platillo puede complementar con un chorro bien servido de ingredientes como deseo, camaradería, servicialidad o simple ociosidad, ingrediente exótico que altera de manera imprevisible el platillo (si es usted aficionado a relaciones peligrosas puede añadir un poco de todo). Póngalo a fuego de vida durante un tiempo inversamente proporcional a la intensidad de ese fuego. Este platillo tan raro suele consumirse mientras se cocina por lo que no se sorprenda si su sabor cambia progresivamente. No se preocupe si acaso usted no se lo acaba o por el contrario se lo termina y queda insatisfecho. Recuerde que puede echar a perder este platillo si bate con tanta fuerza que derrame el pote, si deja el hervor por demasiado tiempo y no alcanza a degustarlo todo o si, por el contrario, deja que se enfríe por completo en cuyos casos seguramente se verá recompensado con una dosis de odio o indiferencia. Para una mejor degustación del platillo no olvide agregar una pizca de confianza, una de respeto y dos de inteligencia.
Recuerden amigos que para nuestro platillo de hoy podemos preparar unos postres variados como mouse de felicidad (dura poco y siempre se antoja más), gelatina de autoestima (cuya cantidad de grenetina va en proporción a la calidad del plato principal), pay de amargura (que desagradablemente siempre deja rastros entre los dientes).
El riesgo inherente a esta cocina es constiparse de memorias y recuerdos.
¿Cuántos amigos quiere ganar y perder el día de hoy?
Atte. SicD