Leviatanes.

La creación de instituciones que regulen, normen y vigilen los comportamientos humanos es una de las grandes promesas del desarrollo histórico humano. Las instituciones como garantes del orden social constituyen un símbolo y (supuestamente) prueba del progreso humano. Sin embargo hoy que cuestionamos nociones como modernidad y progreso no se levanta el mismo número de voces en contra de las instituciones si no es para quejarse de ellas. No es difícil adivinar el por qué. Mientras que progreso o modernidad son conceptos teóricas que sustentan la creación y configuración de las instituciones, estas últimas son procesos de hecho en los que participamos cotidianamente. Podemos negar la existencia de un progreso en nuestras mentes pero difícilmente dejaremos de participar en nuestra sociedad y de usar sus mecanismos de regulación.

Es difícil dar una definición unívoca de lo que es una institución. El uso de la palabra es relativamente reciente pero hace uso de la raíz latina statuere que significa establecer. La institución es la acción y efecto de establecer algo en un determinado lugar. A diferencia de otras palabras de la misma raíz, institución hace en la mayoría de usos referencia a un fenómeno social del cual forma parte la sociedad misma. Por ejemplo, mientras que la palabra constitución se ha modificado hasta definirse como: el conjunto de normas que regulan un Estado y que como tales son un fenómeno producto de una sociedad o cuerpo político sin ser el mismo conjunto humano, la palabra institución implica la participación de una parte de la sociedad que la construye y le da forma. Por supuesto no es esta una definición unívoca, los cuerpos normativos también pueden verse como instituciones pero no es ese el lugar al que quiero apuntar.

Es también difícil señalar en qué momento se crearon las instituciones. Desde los confines de la historia humana han existido estructuras sociales basadas en relaciones de poder y normas que regulan el comportamiento de los individuos. Una vez que se alcanzaron a desarrollar suficientemente los mecanismos simbólicos los seres humanos empezaron a crear formas de socialización más mediatizadas que permiten crear articulaciones sociales más complejas. Los símbolos que dan pauta a las organizaciones y a las instituciones permiten que, sin contacto directo, los individuos de un conjunto regulen y autorregulen sus comportamientos en beneficio de sí mismos y del conjunto.

Sin embargo el uso actual de la palabra es un producto inequívoco de la modernidad y la manera en la que se fueron perfeccionando la creación de organizaciones y cuerpos normativos que constituyen el fundamento de toda interrelación dentro de la sociedad. La institución actual es,  grosso modo, un conjunto de normas y procedimientos así como un grupo de personas que, auxiliados de determinados medios materiales, llevan a cabo el cumplimiento de aquellas. De ahí que la parte esencial de una institución recaiga en sus ordenamientos pues para el establecimiento y preservación de determinados procedimientos y conductas deben elaborarse y cumplirse un conjunto de normas.

Uno de los errores en la noción de progreso esgrimida por la modernidad es que el orden es acumulativo y creciente. Hasta inicios del siglo XX se creía (y aún creen muchas personas en nuestros tiempos) que el orden social iba a aumentar en un proceso de perfeccionamiento continuo. En esa tesis crear orden lleva a más orden indefinidamente o hasta alcanzar un estado de perfección. Al mismo tiempo esa noción de orden implicaba sentidos o fines muy estrictos que se consideraban causa o consecuencia natural del progreso de la sociedad y la civilización. Sin embargo entre la mitad del siglo XIX y hasta el fin de la segunda guerra mundial se hizo evidente que ni los fines ni los medios para conformar el orden social estaban logrando satisfacer las expectativas de la humanidad.

En general ha resultado evidente que la conformación de un orden y su institucionalización genera por sí mismo contradicciones que obligan a tomar una decisión: o destruir la institución o mejorarla. En el primer caso se niega el orden establecido para pasar o a la negación del orden de manera más general o a la construcción de un orden nuevo. En el segundo caso se reconstruye la institución vigente  y se amplía su marco normativo y operativo para que pueda sobreponerse a sus contradicciones y problemas. Así ante factores externos el orden creado se torna más y más complejo para poder poseer y dominar toda dificultad a la que se va enfrentando.

El desarrollo cultural de la humanidad actualmente, entendido en su sentido más amplio, ha permitido extender el poder de sus instituciones para sobreponerse a muchísimas dificultades (en ese sentido se ha cumplido con el orden acumulativo). La parte crítica que se ha descubierto progresivamente es la que habla de las dificultades creadas por efecto de la misma cura y a las contradicciones internas de estas instituciones derivadas de ser, al mismo tiempo, un instrumento de poder y un mecanismo de exclusión.

La institución es un mecanismo de poder a todas luces. Existe para lograr conformar un orden que pueda alcanzar determinados fines. Para ello es una acción colectiva encaminada hacia determinado objetivo. Sus fines son en buena medida su fundamento y por ello implica la cosificación de los individuos que la conforman y de aquellos sobre los que actúa. Como instrumento de poder encaminado a fines es un mecanismo que no observa a las personas empática o simpáticamente, exclusivamente las usa. Superar esto en toda clase de instituciones es una lucha constante y una contradicción interna. Se puede luchar contra esto con paliativos que dependan de las voluntades personales de quienes constituyen la institución o bien a través de reformas al cuerpo mismo de la institución. En el primer caso depende de manera frágil de la voluntad del individuo ya que estará sujeto a la permanencia e inmutabilidad de la persona. En el segundo caso hay más garantías, se reforma la institución para hacer frente al problema pero no existe institución alguna que pueda atender integralmente a un individuo. Es un mecanismo, existe de acuerdo a fines y volverá a cosificar al individuo dentro de sus reformas.

Pero la institución es también un mecanismo de exclusión donde la medida está dada por los fines y procedimientos. Es un mecanismo normativo y quien no entra en la norma es persuadido, disuadido, coaccionado o excluido del conjunto de la institución. En una sociedad cada vez más globalizada regida por instituciones cada vez más poderosas y totalitarias ser excluido es cada vez más difícil. El totalitarismo y el control de los individuos con la mediación de las instituciones es un factor de opresión que se añade a la lista de problemas que arrastra la institucionalización de la sociedad.

Las instituciones son la parte central de nuestra sociedad hoy en día. Sin ellas no podemos resolver conflictos. Aunque lo intentáramos sin ellas no podríamos ya que son tantas las necesidades de un ciudadano / persona / consumidor actual que el mero contacto interpersonal es insuficiente. Instituciones son los gobiernos, las empresas, las organizaciones militares, políticas o civiles, gubernamentales o ciudadanas, la familia (entendido como un orden social regulado por el Estado) y otros órdenes de estructuración social. Somos tantos y con tantas necesidades que no solamente no podemos prescindir de las instituciones, tendemos forzosamente a la institucionalización de la vida social.

Este mecanismo es efectivo porque brinda garantías que, como dije anteriormente, la voluntad y el capricho personal no dan. Al recurrir a una institución contamos con un orden o acuerdo que no necesariamente se cumplirá pero que es más probable que pueda hacerse valer que la pura palabra hablada. Ese es el origen de la burocracia que nos consume.  Burocracia es un término prácticamente nuevo en nuestro vocabulario, hace referencia a aquel que gobierna desde un escritorio. Es producto de la creación de una infinidad de puestos administrativos que se encargan de regular y hacer cumplir mecanismos del mismo tipo. El empleado administrativo hace uso de los mecanismos simbólicos para poder resolver todo asunto entre particulares de forma mecánica e industrial. Su origen sólo puede entenderse por la mejora de los mecanismos de creación de riqueza material que permitieron la creación de un sinfín de oficios dedicados exclusivamente a tareas intelectuales.

La mayoría se queja de la burocracia, del mercantilismo, de muchas formas de instituciones pero rara vez alguien decide salir de tales mounstros. Y no es difícil imaginar por qué. Sólo hay que mirar dentro del corazón propio. ¿Quién puede abandonar los logros obtenidos, los anhelos aprendidos, las necesidades satisfechas por un conjunto de normas que nos dicen qué hacer y cómo hacerlo? Las instituciones son el Leviatán que asegura nuestra vida a pesar de todos los problemas que conlleva.

Pero no por ello vivimos felices en nuestro institucional mundo. Ya no feliz ni pleno sino al menos tranquilo. Esta sociedad burócrata en que nos estamos convirtiendo progresivamente nos mantiene profundamente estresados. Somos parte de una infinidad de instituciones al mismo tiempo, diariamente; ser una persona en un mundo con una institucionalización permanente es llevar al sujeto a ser un trabajador permanente de su sociedad.  Ser ciudadanos es ser un burócrata dentro de la institución Nación. Semejante carga de responsabilidades no sólo da estrés a las personas; además nos transforma en ejes de poder permanentes que son a su vez probables puntos de falla de las instituciones. La entropía social aumenta progresiva y peligrosamente conforme las instituciones son cada vez más poderosas.

¿Es esto una razón suficiente para destruir las instituciones? No. No hay razones “suficientemente poderosas” para nada. Semejante pensamiento nos tiene rodeados de trámites y Leviatanes. Pero yo, personalmente, no encuentro remedio. Las ideologías (esos otros mounstros) pugnan por diferentes configuraciones de las instituciones humanas. En las ideologías y en las instituciones está probablemente la respuesta para encontrar tu bienestar y el de tus seres queridos pero jamás tu felicidad. No los confundas.

Atte. Ilyadad

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Bonus. México, absurdo como siempre, tiene un Partido Revolucionario Institucional. Contradicción y disparate como pocos con 70 años de historia por decir al menos del nombre.

Bonus 2. El colmo de lo absurdo: equilibrio de poderes. Como los individuos no puede resolver sus problemas directamente crean las instituciones. Como las instituciones no pueden resolver sus problemas se vigilan unas a las otras.

Deja que tus pensamientos fluyan por tus manos...